Lorena Pérez Oyarzún es chilena. Tiene 23 años. Hasta acá, ninguna novedad. Nacida y criada en el extremo sur de Chile, en Punta Arenas, a tres mil kilómetros de Santiago. Eso, tampoco dice nada. La historia cambia cuando contamos que hace ocho años juega al rugby, deporte que se ha convertido en su estilo de vida, su pasión, su guía diaria.
Lorena lucha por mantener vivo el rugby de manera denodada allí, donde las condiciones son extremas. “Pertenezco al club UMAG de Punta Arenas,” dice Lorena, orgullosa. “Asistí sin expectativas a un entrenamiento invitada por una amiga. Fui a ver de qué se trataba más que nada, porque ella me insistió que fuera”.
Se encontró con algo inédito para una chica que no sabía nada de rugby. “Era todo nuevo. ‘¿Una pelota ovalada?, ¿qué es tacklear?, ¿cómo que hay que pasar la pelota hacia atrás? ¡que deporte rarísimo!’, pensé”.
Todos sabemos lo que pasa con los que prueban jugar al rugby. Su vida cambia drásticamente. “A pesar de estar perdida dentro del campo de juego, me encantó. Compartir cancha con tanta gente, estar al aire libre, y además, sentirme super integrada. ¿Gordita? ¿flaquita? ¿chiquita? ¿grandota? Estábamos todos en la misma cancha, con el mismo equipo, haciendo la misma actividad... la pasé super ese día ¡y me encantó!" cuenta.
“La rama femenina del club UMAG Rugby arrancó en el 2011. Yo me integré en el 2012. Y me encontré con la sorpresa que, de esas nueve jugadoras que yo había estado jugando y compartiendo ese día, sólo quedaban tres entrenando. Éramos tan poquitas que con esa amiga que me había llevado empezamos a entrenar con los juveniles varones. No era incómodo, pero siempre surgía eso de querer tener nuestro equipo, de poder jugar nosotras... y poder tener nuestros propios entrenamientos,” recuerda.
Nunca rendirse
“En 2013, al ser tan pocas y no poder sumar chicas, jugamos todo el año la modalidad “Tag Rugby” con los chicos. Pero no nos dábamos por vencidas”. En 2014, apareció Hans Brandt -el actual coach- en el horizonte de las chicas y toma la misión de liderar el equipo femenino, de hacerlo crecer. “Vino con grandes proyectos. Su sueño era poder desarrollar el rugby femenino acá y en toda la región. Y nos sumamos a él y él a nosotras,” explica Lorena.
“Pusimos manos a la obra y comenzamos a hacer difusión en la ciudad para captar jugadoras” cuenta con entusiasmo. “Redes sociales, salimos en la televisión, comenzamos a llamar a las que habían sido jugadoras para que se integren al equipo y así poder seguir con ese proyecto, darle mayor impulso”.
“Hemos ido a los colegios a hacer clínicas, incentivar a las chicas a que se sumen. Con que venga una chica cada tanto a probar nuestro deporte, como hice yo ese día, ya sentimos que nuestra labor vale la pena”.
“Queríamos dejar el “Tag Rugby”, jugar con contacto, tacklear, pero no había ningún otro equipo femenino no sólo acá, sino en la región. Nuestra única alternativa era cruzar a Argentina e ir a Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz, distante 260 kilómetros. Hicimos el contacto y allí fuimos. Por fin, tuvimos un universo más amplio de chicas para jugar”.
Entonces, así, desde el 2014 encontraron un lugar para jugar. Lorena agrega que “en 2017 tomé el rol de capitana del equipo. A pesar de todo lo bueno conseguido, seguimos con inconvenientes para poder consolidar el rugby femenino acá. Había, y hay, mucha resistencia para romper estereotipos, que entiendan que es un deporte de contacto, pero leal, y que las chicas lo podemos jugar perfectamente bien”.
Hans es fundamental en el proyecto. “Él se preocupa para que los valores que nos han ido inculcando se divulguen y ese mensaje les llegue a otras chicas. Creo que estamos en un período de transición permanente. Nunca podemos terminar de asentarnos, es una lucha constante y profunda y como capitana siento que mi rol es ese, el de liderar y seguir luchando por el rugby femenino acá y que más chicas vengan a jugar. Lejos de verlo como un problema, lo tomamos como un desafío” dice con mucha seguridad.
Al sur del sur
El rugby se juega en todas las condiciones climáticas, pero acá, además, hay otras cuestiones. “El aspecto geográfico no es menor. El clima, tampoco. Esta es una zona extrema. Es hostil, duro, muy cambiante. Nieve, lluvia, barro, viento. ¿Sol? Muy poco...”
“Eso, y que estamos muy lejos de todo, son complicaciones. Estamos perdidos en el último rincón del sur de nuestro país. No podemos tener competencia en Chile por las distancias. Es imposible,” aclara.
“Nuestra única solución viable para competir es, como dije antes, Río Gallegos. Son 4 horas de ida y 4 de vuelta. Enfrentamos esa dificultad con mucho temple y alegría; nos mueve y conmueve jugar al rugby y ese es nuestro motor real. Mientras lo podamos hacer, lo vamos a seguir haciendo,” explica con orgullo.
Hablando de sus habituales rivales argentinas admira como superan sus propias dificultades. “Nosotras contamos con una infraestructura mínima aún con nieve. Ellas entrenan y juegan en una cancha de piedra y tierra. Todas jugamos allí cuando jugamos en Río Gallegos. Es admirable.”
“Para nosotras todo ha sido y es un aprendizaje continuo,” sigue Lorena. “De perder 50, 60 a 0, de no poder hacer un try, un punto... Todas pusimos lo mejor de cada una, para podernos preparar mejor físicamente. Queremos que todo nuestro esfuerzo se pueda ver reflejado en algún momento, poder seguir escalando deportivamente”.
La clave
Piensa Lorena al definir cuál ha sido la clave para poder enfrentar las adversidades que se les han presentado. “Creo que nuestra perseverancia. Jamás bajar los brazos. Seguir siempre y con todo, bajo cualquier circunstancia”.
Finalmente, asegura sin lugar a ninguna duda que “jugar al rugby es lo mejor que me ha podido pasar. Me encanta. Lo amo y lo disfruto en cada momento. Me enorgullece decir que juego al rugby y que soy la capitana de mi equipo. Dentro de la cancha soy yo, Lorena. Todas, dentro de la cancha, somos nosotras mismas, auténticas. Hemos hecho del rugby un estilo de vida”.