Apenas tres cosas fueron suficientes para crear un club de rugby donde no lo había, para convertir en presidente de ese club a la mamá del dueño de esa pelota y para poner a todo un pueblo en el mapa.
Mayor Villafañe es una pequeña localidad del interior de la provincia de Formosa, en el norte de Argentina. Allí, desde hace apenas un año, existe un nuevo club de rugby: Club de Rugby El Bagual.
Agustín tiene dieciocho años y es el hijo mayor de Sandra. Ella describe la situación original aproximadamente de esta forma: "Agustín tenía una pelota de rugby que le compramos hace mucho tiempo; cuando vivíamos en Posadas (provincia de Misiones) él iba a un club allá y estaba fascinado. Tal era su fascinación, que en vez de una pelota de fútbol le regalamos una de rugby" cuenta.
La familia Romero dejó Misiones para afincarse en Mayor Villafañe. La mudanza hizo que la pelota quedara entre las cosas empacadas.
Pasaron, en medio, cuatro años hasta que Agustín redescubrió su pelota. "Lo visitó uno de sus amigos y empezaron pasarse la pelota. Así, de la nada, vino otro amigo. Al rato, eran unos cuantos jugando" explica.
Nace un club
Decidieron que querían crear un club. "Yo me enganché con ellos porque la cosa empezó a tomar forma," dice Sandra. "Para crear un club, para inventar algo así de la nada, para ponernos en serio con el proyecto, necesitaban a un adulto responsable".
No fueron pocos los pormenores. Una cosa es querer fundar un club y otra distinta, hacerlo. Sobre todo, formar un club de rugby en un lugar en el que el deporte era un completo desconocido.
"Acá, en el interior del interior de la provincia, nunca se había hablado de rugby. Nadie tenía ni la menor idea de qué era esto. Las cosas nuevas y desconocidas generan un poco de miedo y al principio hubo resistencia para ayudarnos.”
“Soñábamos con que la Municipalidad al menos, nos escuchara" recuerda Sandra, que además se reconoce "inquieta y muy persistente".
"Ellos nos decían que era un deporte 'muy brusco', pero sin entender nada tampoco de rugby... sólo repetían lo que alguna vez alguien había dicho. 'Es un deporte donde se golpean, se lastiman'... Vaya uno a saber por qué pensaban que el rugby era sólo eso.”
“Les costó y a algunos aún hoy les cuesta mucho entender que es un deporte de contacto, leal como pocos y donde los chicos mismos, solos, encontraron las bondades de practicarlo" explica Sandra, como si hiciera falta.
Los chicos no tan chicos
Sandra habla de "los chicos" pero en realidad, eran y son adolescentes.
"La enorme mayoría de ellos no sabía nada de rugby, no habían visto nunca un partido ni por la tele. Muy pocos tenían idea de lo que era y por supuesto, nadie lo había jugado," exclama divertida.
Más seria, amplía: "los que comenzaron a venir a las prácticas, enseguida se sintieron parte de algo. No hubo discriminación; todos fueron completamente aceptados, todos empujando juntos para el mismo lado. Fue algo instantáneo, como que el rugby llegó justo a la vida de la ciudad", se emociona.
Finalmente, un día la cosa ya no podía esperar más. "Cité a todos los padres a una reunión, y nos pusimos de acuerdo en la necesidad de encarrilar y darle forma definitiva a lo que los chicos estaban haciendo. Se hizo una votación así, a mano alzada y me designaron presidenta" recuerda sonriendo.
A competir
Pasó lo que tenía que pasar, por partida doble: "por un lado, los mismos chicos fueron los divulgadores. Se convocaban a las prácticas por la radio del pueblo, o por WhatsApp. Así, se empezaron a sumar más y más jugadores de todas las edades, desde chiquitos a los mismos padres de esos chiquitos. También las chicas se engancharon con el deporte, se juntaron y se pusieron a entrenar," aclara Sandra, casi tan sorprendida ella misma de los logros obtenidos.
Su rol de Presidente la llevó a “hacer los deberes, averiguar lo que hacía falta hasta el último detalle para que podamos competir y entonces, hice todo el papelerío, me contacte por teléfono con el presidente de la Unión provincial y demás miembros del Consejo Directivo y les llevé todo". Lo detallista de Sandra viene de su trabajo diario: es perito en Criminalística.
Así, el Club de Rugby El Bagual se encontró, rápidamente, compitiendo. "Nos anotaron en el campeonato de Desarrollo de la Unión, sin tener idea de táctica de juego, nada... Íbamos aprendiendo de manera casera, investigando por internet cómo jugar o cómo entrenar, mirando videos o tutoriales. Casi una epopeya", explica.
"Claro está, perdimos todos los partidos, pero jugamos. La gran satisfacción fue que a medida que iban pasando esos partidos, aprendíamos todos cada una de las funciones que nos tocaba hacer".
Sandra insiste en remarcar algo que puede resultar poco común en el resto de los que juegan este deporte o cualquier deporte. "Hay una particularidad que aún hoy nos sigue identificando: después de los partidos, nadie vuelve ni triste, ni frustrado. Perdíamos por goleada y ni una sola cara de amargura. Todos felices porque habían podido jugar, porque habían salido del pueblo a alguna localidad vecina. Eso ya era una aventura en sí misma. Todos entendimos que, con el solo hecho de jugar, ya ganábamos".
Afortunadamente, después de mucho insistir, desde la Municipalidad se hicieron eco de lo bueno que estaba resultando todo. Sandra cuenta que "nos cedieron un espacio dentro del camping municipal, y con mucho esfuerzo conseguimos que nos armen las "H" y las instalen," afirma, orgullosa.
“No puedo evitar estar en todo” explica. “Llego al predio, me fijo que esté bien la cancha, que esté todo listo, me pongo a cocinar para el tercer tiempo, reviso que estén todas las autorizaciones, todos los elementos”. Sabe delegar, “pero es más fuerte que yo", acota.
Tiene el apoyo de su esposo, de los papás y mamás que trabajaban también en las comidas del tercer tiempo, de “Don Pepe” que siempre da una mano para marcar la cancha. “Me sale como mamá estar detrás de todo, pero nunca estoy sola” dice Sandra.
"Soy muy insistente, persistente y perseverante” refuerza. “Todos en el club aprendimos que con eso y respeto, se pueden hacer muchas cosas”. Como los otros papás y mamás de los chicos que colaboran, Sandra cumple su rol de presidente en la semana. “También en la Unión de Rugby de Formosa de a poco se fueron habituando a mi presencia femenina los martes” enuncia.
Agustín e Iván empezaron esta historia y Sandra es quien la cuenta, pero con orgullo afirma que “hay decenas de nombres y familias que acompañan y se preocupan todos los días para formar la identidad del club en el pueblo, con el mismo amor y empeño que pusieron los chicos al idear el club: Nicolás Galeano, Joel Peter, Maximiliano Aguayo, Nelson Paiva, Lucas Maciel, Nicolás Garrido, Alejandro Rojas, Ramiro Castillo y Valentín Romero… todos ellos fueron los que arrancaron a soñar y los demás, los acompañamos a hacer ese sueño algo real”.
Es así la cosa: El Club de Rugby El Bagual de Mayor Villafañe, Formosa, llegó para quedarse.